La respuesta a la pregunta es la que ya hemos dado en muchas ocasiones: el RFID tiene múltiples usos y todos ellos muy prácticos.
La tecnología RFID es aplicable en distintos procesos dentro del sector vinícola. Por ejemplo, en la primera parte del proceso, la vendimia, sirve para controlar y llevar la trazabilidad de la uva recolectada, como se hace en el sector agroalimentario. El tag con RFID se incluye en las cajas donde se depositan las uvas y así estas están controladas desde su salida del mismo campo hasta su llegada a la fábrica donde se tratarán.
Ya aquí, dentro de la fábrica, con lectores situados en las entradas y salidas, se pueden trazabilizar las cajas diferenciando de esta forma las tipologías de las uvas y evitando cualquier tipo de error a la hora de producir el vino.
Una vez que el proceso de elaboración del vino en sí llega a su fin, a la hora de embotellar es importante que las botellas donde se vaya a comercializar el vino tengan un tag con radiofrecuencia para poder controlarlas, al igual que se hizo en primera instancia con las cajas de las uvas.
Así, se puede ver como la tecnología RFID ayuda en todo el proceso productivo aportando valores añadidos en cada paso: en el proceso logístico, en la comercialización, que permite diferenciar el producto, y ya a posteriori también garantizar su originalidad para evitar falsificaciones.